Caí enamorado de una Luna menguante.

Miró al cielo.
En toda esa multitud, el caos.
Miró al cielo y fue como si sus piernas se alargaran más y más,como si su altura fuese relativa, como si pudiese tocar la profundidad del espacio con la punta de sus dedos.
Y en medio de la multitud, la soledad.
La soledad acordada en algún momento entre nuestros padres, o entre aquellas personas que simplemente no se llevaban bien.
Pues...
Miro a las pupilas de cielo. Mi espacio ya no es suficiente para contener tantas cosas. Tanto infinito.
Será real? Extiendo la mano y toco el infinito espacio...
Y en medio de la multitud, no estamos solos.
Nos conservamos sin ataduras, caminando sin la necesidad de poner cadenas. Sólo una promesa, una promesa y nada más.
Una promesa acordada, silenciosa entre los pómulos y las pestañas, alas y puntas.
Promesa lejana.
Y sin nosotros saberlo, promesa ya rota, promesa ya cumplida.

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