Esperando bajo la tierra
Después de cuatro horas,
He trascendido la espera.
Entre el caucho quemado,
el sudor de vapores,
la luz que se gasta en suspiros,
(y) la voz que muere en empujones.
Tal vez
La ciudad me comió
y por eso ya no tengo hambre;
ni ganas de dormir.
Ni dolor en las plantas.
Lo cierto es:
Me vomité a mí mismo en estatua.
Llevo quieto tres días.
Y no sé si me he vuelto invisible
(o si el tiempo no me ha movido),
pero no desespero;
porque si muevo los ojos,
estoy seguro de que me olvido
que después de cuatro horas,
te conviertes en la espera.
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