Uno


Fue una de esas mañanas en las que no sabes que día es, sólo oyes el despertador, te obligas a moverte y vas al trabajo sin una pizca de ganas, te grabas muy bien el aspecto de tu felicidad fugitiva, sólo para mostrarla a los demás cuando pregunten la vaga cuestión "¿Cómo va todo?" 
Dime, ¿No es fascinante cómo ni siquiera esperan a que les respondas? una vez que te lo dicen, es más un trámite, todo últimamente son trámites.
Su nombre no vale la pena decirlo, sólo basta decir lo que fué para conocerlo más a fondo de lo que nadie te conoce a ti.
Un Lunes, tenía que ser, lo tomó desprevenido la ira mortal cuando llegó a su cubículo, vestido con el uniforme diario, su camisa dos tallas más grandes, percudida por el tiempo se asemejaba a un amarillo mostaza, mientras que sus pantalones cafés no hacían más que complementar su aspecto ridículo. No tenía saco, se ponía una chamarra amarilla, semejante a una gran almohada. Nadie nunca se podía imaginar nada malo de él, sólo otro cordero.
Estaba, como dije, en su cubículo, si se le podía llamar así, puesto que no tenía manera de diferenciarse con los otros, es decir, no tenía paredes, sólo un escritorio, una PC de 1984 y su compañero a la derecha.
Se encontraba examinando, paciente, un documento que poco le importaba. Se sintió abrumado, más que nada, cuando en la esquina izquierda, dando nombre al sujeto que le mandaba dicho documento, con letras pequeñas y bien entradas en el papel, se encontró con el nombre de su mejor amigo de la infancia; fue tal la sorpresa que sin saberlo se descubrió llorando silenciosamente, cómo son las casualidades del destino, si es que en un momento tan monótono se encuentra tal situación.
Le empezaron a sudar las manos, sus ojos le reclamaron y parpadeó al fin, lo había encontrado, después de tanto tiempo. Se enjugó las lágrimas con la manga deshilachada de su mano izquierda, una cicatriz vieja pero notable dividía su mano, remarcando el nacimiento de los dedos. 
Su zapato vibró rápidamente, dando pequeños golpes al suelo que con el tapete necio los enmudecía. No pudo evitar al excitación, ni quiso, tener en sus manos tal poder, sabía que podía ser una coincidencia, lo sabía muy bien, que tal vez el nombre que en sus manos se postraba, fértil de sangre, era falso, falso como la esperanza furtiva de algún día volver a verlo.
Pero valía la pena correr el riesgo.
Su mente procesaba todo en un abrir y cerrar de ojos. Se mareó, sintió como aquella única gota de sudor le recorría la frente, esperando, atenta. La absorbió con la lengua en un reflejo nervioso, disfrazando sólo su desesperación.
Después de tanto tiempo, incluso llegó a pensar que tal vez se había escapado de sus garras totalmente.
Pero, sin embargo, ahí se encontraba, casi burlándose, casi incitándolo a ir por él. 
Después de mucho tiempo esperando, volvió a sentir el Ansia, y con ella, silenciosas y seductoras, le hablaron de nuevo las Voces.

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