Intenso.

No más café, he tomado demasiado hoy y me empiezo a poner nervioso.
Por lo general no lo tomo, y cuando lo hago es más leche y azúcar que café.
Pero hoy pasó algo, y no se como empezar a hablarte de eso.
Era lento. Era lento y giraba rápido. Era como el sonido lento y melancólico del llorar de los transeúntes.
Como el sonido vacío y confiado de las mentiras de los políticos. Cómo el desesperar de los profesores de matemáticas con una pizca de alcohol.
Era negro, viscoso y abundante. Rojo no, no esta vez. Fue azul, intenso y marino. Entró por un agujero en mi cabeza. Inundo todo mi cerebro, mi materia gris se transformó al contacto.
De su color natural, fue azul, intenso y verdoso. Y se empezó a derretir, resbalaba, caliente al contacto, sobre mis hombros, una verdad que no se podía poner en palabras.
Me cubrió todo. Como un capullo amoroso. Sin miedo. 
Llegó, como una célula que se multiplica, hasta mi ventana, la cual hundió en su masa.
Subió al techo y rompió el foco. Oscuridad.
De repente abrí los ojos. Ya no estaba perdido. Lo había hecho, pues lo había pensado. Todo era ese azul, intenso y color rey, intenso y color agua, intenso y verdoso, intenso y marino.
Intenso. Me hacía sentir bien.
Lo hice de nuevo, esta vez si fue rojo. Fue vida. Tomé mi guitarra.
El show debía continuar.

Me encontraron en el suelo. Sin respirar. Pensaron que había muerto. Mencionaron una sobredosis. Pero yo lo veo todo. No estoy muerto. 

Sigo en tu mente, vivo como tu materia gris, y soy negro, viscoso y abundante; rojo no, no esta vez. 
Soy azul intenso.

Ya estoy dentro.

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