El sonido adictivo.


Era tarde, eso lo sé. No recuerdo la hora exacta pero se eso.
Se también que mi casa era negra, lo recuerdo. Como las paredes, forradas de estantes y libros, parecían hablarle a mi alma.
Y estaba sólo en ese cuarto cuadrado, tan pequeño y al mismo tiempo tan grande.
La vieja consola Long Play gemía lentamente, sollozaba como el maullar de un gato nocturno.
No me dí cuenta de nada, cerré los ojos y el olor a polvo y tinta penetró en mi cabeza.
Lentamente, sin adelantarse, una imagen familiar se materializó en mi mente. Parecía un efecto de la imaginación, parecía que las hojas amarillas me hablaban repentinamente, que los ojos dibujados en los cuadros me miraban atentamente. Mis sentidos,entonces, fueron extralimitados y pude sentir una emoción tan profunda que no me pude contener y sollocé en silencio. Me sentí destazado, justo en la boca del estómago, me sentí melancólico, justo en mi materia gris, me sentí con esperanzas de muerte, en las piernas y en los brazos.
El sonido adictivo del LP me llenó y se fue haciendo más fuerte dentro de mis ojos.
Me atravesó y me procuró. Me acogió.


Era un sonido plano.
 Y me tomó del cuello.


Y lo cortó.
Frank.








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