Sacrificio

Nos adentramos lo más rápido que podíamos, el sonido de unas gaitas a lo lejos alumbraba nuestros pasos.
Yo ya sabía que hacer, lo había soñado, lo había recreado en mi mente miles de veces, y teníamos que llegar antes de que la dulce y atronadora melodía se extinguiese.
Desde que huimos no hemos parado, brincando y esquivando ramas, los dos estamos descalzos, sabemos que si nos alcanzan estamos muertos, pero no hay manera de que suceda.
Ya puedo ver el claro, lo he soñado toda mi vida, la fogata y el pueblo, el pueblo olvidado, aquél en donde todavía se respira el amor, en donde la palabra familia todavía significa algo.
Y corremos, gritando por la adrenalina, sintiéndolo todo en nuestro cuero cabelludo, en nuestra piel, en las lágrimas de felicidad que caen por nuestros rostros.
El canto de aquél niño hace que broten lágrimas como ríos de nuestros ojos, fertilizando el aire mágico, el olor a madera, la humedad que la felicidad nos crea.
Lo logramos, ya llegamos, todos nos reciben con alegría.
Pero no hay tiempo para festejar, los Rojos nos persiguen, y tenemos que apurar el rito.
Todo es silencio sólo unos segundos antes de que las voces de las mujeres, incluida mi amada, canten el sonido de los árboles.
Nos unimos al escuchar la eterna melodía, cerramos los ojos concentrando nuestras energías, dando gracias, dándolo todo.
La mujer principal va creando con su voz un domo de energía azul y verde que nos envuelve, todos tomados de las manos, todos tomados del alma.
Se cierra el rito con la última voz y ya puedo sentir los pasos de los Rojos que nos siguen, desesperados.
Nosotros vamos a escapar, lo vamos a lograr.
Sé que no debo, pero empiezo a pensar, en todo lo bueno que sé que pasará, en todo lo bueno que haremos, será, sin duda, como lo soñamos, huiremos a un lugar lejano, nos fortaleceremos, y regresaremos a liberar nuestro mundo del fuego que le acecha.
La piedra que cubre el suelo se agrieta, ya nos vamos, lo siento en el aire.
El momento se alenta, es un efecto que suelen crear los elementales, pero eso sólo sucede cuando estamos en peligro.
No puede ser, puedo ver su figura en el aire. Por primera vez desde que partimos, observo la mirada de terror en mi amada. Nos besamos por última vez y trato de recordar cada segundo, cada roce de nuestros labios, cada arruga en sus manos, cada olor diferente de su cabello.
Y entonces volteo, se que no tendrán piedad, ya destruyeron el escudo, la piedra tomó su estado original.
Esta vez no huiré.
Hago que el portal se haga más pequeño, al mismo tiempo lo suficientemente fuerte para sostener sólo una persona.
La tomo del brazo y la empujo, alcanzo a ver su mirada de terror, tan hermosa. Me da valor.
Provoco que todo en el bosque enferme de muerte. Si nosotros no ganamos, tampoco ellos.
El cielo.


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