A veces

A veces le gustaba pensar que era invisible, y en medio de todo ese gentío, sólo él existía en silencio, uno en el que sólo él la veía a ella.
Así que un día decidió soñar que tenía alas, para poder escapar de la realidad.
Escapar con ella, sólo llegar, tomarle la mano y saber, con esa gracia repentina con la que se da el amor, que duraría eso suyo para siempre.
Saber y estar seguro, o aveces incluso no estarlo y tomar riesgos y hacer sacrificios.
Pues bien sabía él que de eso se alimentaba el alma de aquélla enigmática figura, insaciable prueba, prueba de cordura, fuego y tierra y piedra, y barro.
Fricción anhelada en sus poros de aliento de su boca, el sentido del tacto despierto al fin después de tanto, rompiendo, abriéndose paso, creando, lastimando,
amando.

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