Respirar.

Esta vez no es un suspiro ni dos, miro al centro de la tierra cuando siento un vacío, una opresión como cuando se me presenta una altura inaceptable, y está justo ahí, en ese lugar opaco entre las costillas.
Acompañándoles también vienen letras. No, como un pensamiento furtivo, reflejado en voces inexistentes, no. Más bien una máquina de escribir conectada a mi mente, cuyas teclas presiona ella.
No puedo excusarme en tecnicismos por más tiempo, la verdad es única y dolorosa. También es cierto que te hace libre... pero a veces incluso ésta no perdona. No puedo llamarla mía, ni aunque sea la única que para mí existe.... No puedo llamarla mía, ni aun cuando a veces, sus caricias me digan que pretenda serlo... No puedo llamarla mía. Así de sencillo, así de complicado, en otras palabras, súbito. De súbito....
De súbito colapsaron un segundo mis pulmones, y esta vez no era un suspiro ni dos, mientras miraba al centro de la tierra. Esta vez el vacío y la opresión en ese lugar opaco en mi caja torácica se debía a un simple hecho del que había oído hablar hace un tiempo, pero que nunca consideré posible.
En la realización de la súbita verdad, mi mente se fue un momento, y a mí, pensando en ella, se me olvidó por un segundo respirar.

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