El mundo perdido

Me gusta llamarte por tu nombre, por que sé que esta seguro en mi boca, por que se que no se escapará pues lo siento cómodo entre mis labios.
Me gusta pronunciar tu nombre, porqué es nuevo, y es sincero. Y porque cuando lo digo en voz alta en tu ausencia se me olvida respirar un segundo, y luego me recupero con un suspiro prolongado.
Me gusta tenerte cerca, o a veces llamar a tu nombre mientras no estás y que los demás alrededor nada sepan, y se extrañen de que hablo solo y de que en mi mente te conservo a ti y a tu silueta, en un envase extraño y rojo como nuestra luna.
Me gustas al pensarte y a veces no recordarte del todo, porque me dan ganas de verte de nuevo. Más ganas de estar envuelto en tu atmósfera, tu gravedad extraña que en mí ejerces, cuando nuestros ojos se miran y se improvisan besos, insolentes, sin nuestro permiso.
Me gusta pensar que algún día estemos solos en un mundo sólo nuestro, creado para nosotros, por nosotros, de nosotros, un mundo donde no haya día, y en la bóveda celeste sólo se intercambien una Luna roja y una de plata. Un mundo donde hay medusas que flotan en el aire y cuervos en vez de palomas, cuervos gigantes.
Un mar hecho de diamantes locos, dónde naveguemos sobre letras gigantes, de acero, de metal oxidado, letras que se unieran al final, en un verso suspicaz, en un párrafo inusitado.
Ya veo como de la tierra crecen plantas que construyen, en conjunto, una orquesta.
Y nacen hongos que de viejos te sirven de escenario. Y bailas.... y bailas... y bailas.
Unos atardeceres donde montemos como en comedias románticas hacia el cielo rojo y negro, tu flotando en florescencia, y yo volando en obscuridad.

Comentarios

Entradas populares