Aírogela.

Brilla de tantos colores, tan diferentes entre sí, que mis ojos no los notaron todos al principio, fue confusión y un blanco cegador, resplandeciendo en mi túnel eterno, alumbrando cada ladrillo viejo, el agua acumulada en las depresiones del suelo, en esos surcos, arrugas y poros, salientes de piedra. Fluyendo como éter, separándose en cada pequeño aspecto, cada pequeña grieta en el cemento…

Y así es que hasta ahora que en las paredes de mi túnel uno puede diferenciar las decenas de ramificaciones de luz, y se acerca a cada una de ellas, observándolas latiendo, la magnitud de las diferencias y colores es notable, y se presenta… En tantas cosas, en tantos cielos.
Son tantas estrellas. En tanta piel, en tanta voz, son tantas las maneras…
Pues nada. Estoy vencido, vendido. Un poco cegado, un poco dejado. Encontrado.
Tanta luz que mi piel se ve obscura a contraluz, entre los dedos, entre mis manos, dibujando siluetas teatrales y dramáticas, quemando en mi mente explosiones de pólvora, como feria en un pueblo virgen…
Como ventana pintada, alegoría, toda mi vida. 
Y un primer vistazo detrás de un cristal, realidad, ojos primerizos, piel sensible de no haber sentido.
Del insomnio de besos, a la saturación de recuerdos.
De pintarle sin saberle, a retratar en la memoria.
De soñar imposible a…
Tacto hecho de sonidos, y olfato hecho de texturas, sonidos hechos de colores, todos dentro.
Está en mi cabeza.
Está en todos lados, el pecado.
Cuando respiro, en mis pulmones, cuando hablo en mi garganta, cuando escribo en mis palmas.
El viento rozando mi silueta extraña... como agua fría recorriendo mi cuello.
Fuego quemando lento, la tierra entre mis dedos.
Cada imagen en mis pupilas...
Todo lo que veo, todo lo que toco, todos a quienes conozco, todo lo que intento.

Veo una puerta negra…
Está bien, me gusta el negro…
-Voy a entrar.

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