Viajando en el tiempo oral.

Al principio, fue bueno.
Nos quisimos querer y lo hicimos, nos quisimos amar, y lo logramos. Nos quisimos tener, y fui suyo y ella de mí.
Pero su pasado era grande y el mío  inexistente, las diferencias afloraron.
Una visita de aquél extraño lo cambió todo.
Al principio, esa tarde fue buena. El sol salió como todos los días, el agua estaba a temperatura y el sol no era tan agresivo, como lo usual. Me encontraba escribiendo historias, mi amada todavía en la cama… De súbito, incluso de manera sorpresiva, la escuché levantar, quitando todo lo que le impedía el paso a patadas sublimes de sus pequeños pies, en su largo camino de la cama al tocador. Un par de sonidos que no pude identificar y la regadera soltando un chorro de agua, tan placentero como el que había disfrutado yo anteriormente. La regadera se cierra y mi historia continúa… tecleo en mi Olivetti nueva, disfruto cada golpe, que se confunde de vez en cuando con sus pasos chapoteando en los charcos de agua que siempre solía dejar en el suelo del baño…
Humo se asoma desde la puerta, y sale tan bella como siempre lo fue, tan hermosa en su simple verdad del ser. Me sonríe, y me ofrece un café. Algo extraño en su comportamiento cotidiano, pero agradable, así que lo aceptaré de seguro, después, por alguna extraña razón que aún estos días no logro comprender, se arreglará de más, y bailará un poco más de lo normal, y reirá un poco más de lo normal… hasta que toquen la puerta.
Y la tocarán tres veces, frías. Una sonrisa y ojos soñadores, cabello corto y una cabeza más que yo mientras abro, sorprendido. No lo comprendo del todo, así que le pregunto qué quiere, a quién busca. Por lo general hubiese sido amable, pero algo pasa que me invita a ser hostil. A ella la buscaba.
Pasó y se sentó en el sillón, como si fuese su casa, salió ella y la saludo con un beso en la boca, largo. Bueno… pregunté si quería algo de beber, respondió amablemente que él debía estar preguntando eso, así que le dije que sí, que quería un vaso de agua. Le hizo una seña a su pareja, que apenas había salido de bañar. Le pregunté a ella cómo estaba todo, me dijo que bien, que todo bien, vaya, mi hermana creció tanto ese tiempo con mi amigo, les dije como nunca pensé que funcionarían ambos, puesto que él se parecía a veces demasiado a mí. Lo único que replicó fue que al menos yo sabía así, que podía confiar en él, admití que tenía razón.
Pero era tarde, mi visita no estuvo planeada y ya debía irme, o el hotel cerraría sus puertas. Así fue, y estaba a punto de salir, cuando mi mejor amigo de toda la infancia me lanzó las llaves.
-¿Cómo es qué tienes esto?
-No lo sé, aparecieron en mi bolsillo.
Me fui, con la promesa de regresar el día siguiente, a la misma hora, a leer uno de los cuentos que mi buen compañero escribió a lo largo del verano, el primero que él y su reciente esposa, mi hermana, habían pasado juntos.

Al final… no todo estaba tan mal.

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