¿Cómo describirme a mí mismo?

Un beso vacío,
un beso de carne,
un beso a medias,
un beso a fuerzas.

Una caricia fría,
una caricia intentada,
una sonrisa prefabricada,
una sonrisa balcanizadora.

Un ala rota.
Dos alas estáticas.
Un torso muerto, espalda desangrada.

No, hoy no es tiempo de recibir. El segundo en el que expulso, lentas pulsaciones que retumban como volcanes, que te gritan, que te exclaman la muerte, que la ensalzan en un partir de mundos tácitos, exhalación de génesis de planetas transitorios, me abren los ojos por delante y detrás de la cabeza, en un sublime esfuerzo del subconsciente por asegurar el final adecuado, la risa sin mancha, la vela sin cera y un millar de cosas más que sin oscuridad vana y regordeta, se desvanecen como agua y tierra entre mis dedos desnudos...
Y alimentando de nuevo el núcleo eterno de todo bien, o ¿No lo es Gaia?,
¿No es de cada uno propio su forma y vuelo, su cadencia y la manera de volar, surcando entre nubes cual estrella fugaz a la media mañana, cual estrella que se fuga a la media noche, para ser cada vez más?
 ¿Querer cada vez menos?...
Anhelar y anhelar, y ausencia y ausencia, el maestro de la repetición que busca menos que recrear, no sin antes digerir y volver a estar, esta vez, sólo tal vez, y tal vez no, podría en conjunto, podría en pareja, en la absorción de recuerdos de ajena ella, aquella que se desdobla entonces en su paladar.
Pero que sencillo entonces es saltar, del mundo al cinturón de piedras, cual saltimbanquis esperando la ocasión exacta, atrapados en la irónica entonces premeditada y pensada, arriesgada para pupilos de mente sin fines, gravedad.

Hasta que se le cambie la mano y regrese a su estado original, y exhale sudor de polvo galáctico y analogías y trova de mundo de trote que no canse y paso que poco dure, como una culata de cervecero con complejo de adicción al almíbar sobre tus duraznos de hiedra y espina, cual puntiagudas enlazadas uñas que conservan aún pedazos de mi piel.
Y la sangre y la mente, y el dolor que la atiende, que la sufre cuando no, y si sí también, que no tiene criterio y que es su propio abismo. Que juega partidario falaz del miedo y que en el mismo sentido que va creando valor adquiere, y musa se convierte del alimento del alma de lo llano y lo perdido.
De la lengua y el olvido.

Sí está, nada más que en la dura piel color canela, olor de ayer a libro viejo, perdido, olvidado y prestado sin tener, que inunda las cascadas rojas que parten sin alambrada, y en el medio de la calle de un pueblo busca al muerto del ama, al perdido de vocación.
Y pelo y yemas y uñas de los pies, la forma de tus senos y tu color cuando me ves.
Si si lo es, y es justificado en la sombra de tus labios, en la casta cuidada y no de amigos y familiares que crearon cuerpo para ti.
Tal mente para mí.
Tal verbo en el sentir.
Que si lo pido y me lo pedís, ni tuyo ni de nadie, ni de mí mismo como barniz de una antigua actriz, sino más bien lo contrario de un final feliz.
El pasado que en tus ojos vi.
El pasado que te di.

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