Cuatro caras, doble dualidad.

A veces se asustan, cuando observan [congelados de incertidumbre], la manera en la que al desdoblar dentro de tu pálida mente las fotografías que recorren tu interior [tan dentro hasta la médula de lo que sea que tengas dentro, de lo que sea que tengas en vez de cabeza], consigues eso que nadie anhela.
De instante es el sentimiento de abrumación que escondido detrás de la tercera cara de la corteza, espera hasta poder tomarte de los vellos pequeños que te crecen detrás de la cabeza y que tanto te esfuerzas por obviar ante el espejo quejumbroso.
Porque cuando es que la realidad se rompe, como el silencio siempre a la mitad de una oración [ya sea divina o de cobre, de la mente, de la boca o del aire], pasan los segundos lentos por primeros cuadros, avanzando tomo por tomo, examinando las palabras que esconden los significados [y los significados que te quiebran las emociones], pasan lentos primeros segundos. Y la realidad se hace [por una milésima de lo que durará tu vida], en algo un poco más constante, levemente más refrescante. Es entonces que la paradoja se abre en tu frente, y corre por las blancas venas de cal inminentes de conexiones e incesantes de sabores [y definiciones]. 
Porque en el leve instantáneo ya recuerdo que se empieza a gestar y a morir quemándose desde las orillas, estaba tu única oportunidad de saber qué era exactamente lo que llenaba el esquelético silencio que se forma entre la piel [roja] que cargas y el aire oscuro [ese que exhalan los pulmones cerrados de aquellos seres extraños que (son los que se hacen pasar por iguales entre ellos y a ti, y que de la misma manera violenta, pero en un retacado silencio)buscan comer tu alma].
Y así es como sabrás que la verdad es constante y real. Porque, de la misma manera que la anterior mencionada, la prueba de esta realidad sin relatividad alguna es la paradoja que se forma. El dilema final siempre radica en las mismas [ya otorgadas desde lejos en el tiempo, quién sabrá si adelante o atrás, a un lado o al otro], pero siempre contundentes y azarosas palabras, que son ninguna otra más que las que presento:

La decisión súbita e inquebrantable de o no o dejarles  que, en la maravilla de la experiencia original, la comunidad eterna del amor y la cómoda felicidad, contraria a la soledad de sapiencia, e irregularidad de consciencia, intricándose juntas en una siempre constante emoción de sentir que todo es cuestión, y lo que llegara a convertirse en concepto, en cambio, transformase en verbo; te engullan el espíritu y te revuelvan el alma.

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