Transcripción emocional

Solitario, escribía con una sola mano.

Los dedos diestros se agitaban sin piedad pero conscientes hacia los relieves blancuzcos sobre negro, fríos cada vez menos, gracias a la la anti-frígida fricción que se apoderaba de la estática ambivalencia y la volvía torrentes rojos de emoción debajo de los mecanismos antiguos.
Solitario y pensante, escribía con una sola mano.

Los espacios se formaban entre las letras tan rápido como de repente. La palabras cobraban sentido sólo después de leerles una y otra vez. La respiración agitada marcaba el compás de una vieja canción que , cual carbón, se vuelve diamante.

Escribía con la derecha, porque por motivos de transcripción emocional,
 cuando escribía para ella,
 la  izquierda siempre la tenía en el pecho, 
junto al corazón.

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