Triste deseo.

A veces le gustaba pensar que la verdad es para todos. Sin censura ni inhibiciones. Hechos fríos por doquier, al por mayor, flotando a merced de aquellos ojos que cual iluminados por una tormenta divina, se descubren vivos entre los muertos.
A veces le gustaba convencerse de que la verdad la pueden soportar todos. Pero pecado tras pecado, recordaba la falacia de su triste deseo.

Comentarios

Entradas populares