Golpe de suerte.

Sorprendido, tomó entre los únicos dos dedos no artificiales que aún tenía el cigarrillo que se postraba a sus pies.
-Mire nada más, Doc. Imagine cuanto nos darían por esto de vuelta en casa.
El Doctor Harrison ni siquiera volteó. Estaba concentrado en la única razón por la que estaban ahí.
-Doc, mire, es un Lucky Strike.-Marvin se lo restregó en la cara al Doc.
-Vamos Marvin, déjame trabajar. Lo que nos pagarán cuando compruebe que el origen de los humanos es la tierra le alcanzará para una cajetilla entera de ese veneno. Y ni se le ocurra fumar ese vejestorio.
-Oh, porqué no, Doc? Tengo que morir de algo.
Marvin encendió el cigarrillo mientras la reconstructora hacía sus chirridos de arranque. Al primer soplo que dio, el sabor a muerte inundó su boca y recorrió su garganta en aquel sádico placer.
-Como usted desee, Marvin. La máquina está lista.  Veamos si encontramos algo aquí.
Marvin no pudo evitar una leve sonrisa sarcástica. No entendía qué era exactamente lo que el Doctor Harrison deseaba encontrar. Excepto por el origen exacto de la humanidad, los registros históricos eran bastante claros en esos días. Los hombres antiguos tenían una tendencia impertinente a buscar siempre antes que nada, el conflicto.
No era como si los pocos rastros de vida antigua hubiesen probado lo contrario. La máquina reconstructora ya había arrojado en más de tres ocasiones vídeos que reconstruían la mayor posibilidad de lo que hubiese pasado en la fecha que se introdujese en sus canales de percepción, en donde se colocara.  Las tres veces fueron conflictos que involucraban razones tontas, humanos antiguos y agresivos, y finales absurdos. Era irritante e incomprensible como los hombres del ayer fueran tan tontos. Pero aún así, las pruebas eran reales, la teoría de Harrison estaba comprobada.
Sin embargo el Doc seguía buscando algo diferente.
-Esto es una pérdida de tiempo, Doc. Ya tenemos tres materiales, con eso debería ser suficiente...
El humo grisáceo giraba en fumarolas aleatorias y deliciosas, mientras Marvin se quejaba.
-Dijimos hace varios días que nuestro número sería cinco. Todavía faltan dos vídeos. Y además, no puede usted pensar que lo único que hacían nuestros ancestros era pelearse por estupideces. Debe haber algo más.
Como un acto de magia, justo al acabar estas páginas el foco rojo de la cámara en la reconstructora comenzó a parpadear. La máquina había encontrado un suceso. Rápidamente Harrison indicó los algoritmos necesarios y el rodaje comenzó.
Un par de niñas entraron corriendo al cuarto que apareció en el proyector de la máquina. Lamentablemente, la reconstructora no podía reconstruir sonido en atmósferas como la de la Tierra, pero aún así, la situación era comprensible. Los padres de las niñas  llegaron todavía medio dormidos a la escena, sonriendo con amorosa fragilidad a un árbol que parecía estar en llamas rodeado de cajas de diferentes colores y con adornos de toda inimaginable clase.
-Esto es Marvin. Es una celebración...
Marvin se acercó justo para ver como el par de niñas habría sin piedad lo que ahora el entendía como regalos. Dentro, artefactos de lo más ingeniosos e interesantes emitían luces y hacían que las caras de las infantes se iluminaran de felicidad.
De repente, todos los involucrados se pusieron serios, volteando hacia todos lados, buscando algo con temor. El padre tomo a las niñas en sus brazos y se las dio a la madre, mientras se alejaba de la escena.
-Mueva la cámara, Doc, algo está pasando ahí detrás.
Gotas de sudor resbalaban por la frente de Harrison, que se apresuraba a traducir los algoritmos para que la máquina siguiese la escena. Cuando al fin alcanzó al padre, lo único que quedaba de el era un cuerpo inerte en la esquina de una pared. Líquido rojo corría de agujeros en su cuerpo. Una figura oscura con la cara cubierta por una máscara barbuda y con un sombrero rojo sostenía un arma que despedía un humo bastante similar al del cigarrillo de Marvin.
La figura oscura se movió adentrándose en el edificio, que parecía ser una casa.
La madre salió de repente detrás de él y lo golpeó con un objeto brillante. El hombre se tambaleó, pero al final recuperó el equilibrio, justo en el momento exacto para desviar un segundo golpe y atravesar a la mujer con dos proyectiles. Uno en cada pierna.
-Dios... Marvin, ¿Qué es esto?
Lágrimas caían de los ojos de Harrison. En la confusión, Marvin sólo logró apagar el aparato justo cuando el hombre arrancaba las ropas de la mujer y se desabrochaba el cinturón.
Dos siluetas pequeñas se alcanzaban a ver detrás, en la oscuridad. Agazapadas y temblando.

-No es nada, Doc. No es nada. Vámonos de aquí, tenemos lo que necesitaba.

Un cigarrillo voló y chocó contra el suelo estéril de lo que una vez había sido la cuna del potente e ilustre imperio del hombre.



Comentarios

Entradas populares