Huesos Útiles en un Bulto Inmóvil, Erudito de las Rojas Avalanchas.

Sueña de viejos holocaustos. 
Sueña de intangibles canciones.
Sueña de ásperas brisas y viejos autos.
Sueña de martirios y calientes pociones.
Soñó de palabras que no existen y que se esconden entre las líneas.
Soñó de letras que, por miedo a no ser usadas, no se atrevían a ser parte del abecedario.
Soñó de paraísos oscuros y de vidas mal-trazadas.
No porque se haya equivocado el dedo de inevitable,
tal vez porque la comparación se suele hacer sin permiso, contra el espejo perfecto, y el reflejo parece hacer pequeña la realidad.

Soñaría entonces con la vida que ya tiene, si en otro espacio se desenvolviese.
Soñaría en ese instante, la conexión perdida y que se encuentra a veces en el destello oscuro de la ausencia de luminarias. 
Reflejo impaciente y perfecto este sería de su más lodosa y triste realidad.

Soñará pues, inevitablemente.
Soñará sin opción alguna, desde el fondo de su espejo, construyéndose idílicas palabras, cuentos de fortuna, historias detenidas en el preciso momento en el que los personajes se recuestan y se engañan, en la tranquilidad de no saber reconocer la venidera tempestad.

Despertará con un mal sabor de boca y condensará hacia adentro, en forma de vacío, la creciente gota de su imposible satisfacción. 
Despertará y no recordará sus sueños, solamente aquel intento de posibilidad, destello de oro, hueco por dentro, que sin tener piedad, le hacía los sabores más pequeños, los sonidos más insípidos, los lugares más quedos. 

Despertará en la mejor realidad que pudo haber tenido, la mejor versión de futuro que jamás tendrá, para perderse en el mar oscuro de aquello, hermoso y lejano, archipiélago de lo que podría llegar a pasar

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