Altos estándares.


El problema con escoger la pluralidad es que excluyes forzosamente la singularidad.
Puedes tener todos los sabores;
toda la memoria rellena de pedazos increíbles.
Ya te habitan el centro de la mente, se mantienen brillantes- excepto cuando no.

A veces son oscuros y te duelen, se retuercen detrás de tus ojos y claman por tu atención cuando lo único que quieres es estar tranquila.

La experiencia no garantiza ningún aprendizaje.

Lo hiciste de todas las formas, casi lo has visto desde todos los ángulos.
Eres, en otras palabras, una experta. Cuando alguien habla del tema frente a ti, lo saben, y te miran sin querer, buscando tu sabiduría empírica.
Sonríes ligeramente, desvías la mirada, gritando el secreto con tu cuerpo.
Detrás de la máscara, la triste verdad es que poco sabes más que el novato.
Pedaleas a través de los cuerpos y los entiendes a ellos y a sus sabores.
La variedad es la sal de la vida; sí, también cuando escoges todo escoges la nada.

La verdadera libertad consiste en escoger las cadenas que te atan y a qué lo hacen.
Entonces,
divulgas tus senos entre la masiva entelequia de sensaciones; libre de los lazos, instintiva, natural, orgánica y por lo tanto mejor. Libre de conservadores, gluten, grasas saturadas, colorantes artificiales, compromiso y exclusividad.

Pero

el problema con ser todo inclusivo es que se pierde la exclusividad.


Y por otro lado estaré yo.
Buscando diligente el sabor indicado;
con la mente rellena de un par o tres memorias incandescentes y cósmicas.
Solas son suficientes para acaparar todo el espacio de mi cabeza.-excepto cuando no.

A veces se retraen y generan un vacío que me duele. Que intenta succionar mis ojos desde las cuencas y que ruega ser ocupado cuando lo único que quiero es estar tranquilo.

Hay cosas que sólo conoces en verdad cuando las experimentas.

He aprendido de los otros y sus relatos. He ocupado el raciocinio para evitarme los tragos amargos.
Soy, dicho de otro modo, algo más pragmático. Cuando alguna persona discute el tema en mi presencia no me miran, no preguntan porque saben que mi respuesta es aburrida.
Y entonces sonrío levemente, les miro fijamente a los ojos, confiado en que dentro las simulaciones me salvan de la tontería que está sufriendo el interlocutor.
Atrás del antifaz, la realidad melancólica es que lo que sé no está comprobado.
Me deslizo entre el campo minado, me limito a observar, y me acerco sólo a lo que anteriormente he designado ser saludable y con poca probabilidad de resultados dolosos.
La variedad es la sal de la vida; algo. También cuando escoges una cosa, excluyes todo lo demás.

La verdadera libertad no es más que atarte tu mismo de forma consciente.
Apostar, desde la ilusión de saber.
Entonces,
recuerdo tus senos y trato de no imaginarlos, porque su brillo rimaba con el de tu mente. Y me mantengo quieto, atado a lo que he escogido, calculador, meditativo, procesado, y por lo tanto, mejor. Con aditivos de vitamina y preparación de restaurante michelín, exclusivo, comprometido, incomprensible.

Pero

el problema con buscar la singularidad es la soledad de la exclusión.

Y así es esto; ambos: solos.








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